Ir al contenido principal

Buen viaje abuelo!

 ¡Ay abuelo! 

Te fuiste y jamás llegó la carta. ¡Maldigo el momento en que entregué ese sobre al hombre del correo y no pedí la opción de que vaya certificada! Qué absurdo es quejarme de esto, con todo lo que está pasando.

Pero es que de haber sido así te hubiera llegado mi carta a los días que la mandé. Pero no. Pagué por el envío común, sintiendo adentro que había chances de que no llegue a tus manos. O peor aún que llegue después de tu partida. No sé por que sentía adentro ese enorme impulso de enviarte una carta y no poder esperar mucho más. Ingenuamente creí que si no te llegaba en el mes, te mandaría otra. Pero esta vez sí certificada, para garantizar que te llegue. Pero nada de eso ocurrió. No hace un mes que te la envié. Y no hace ni un día que te fuiste de acá.

Te fuiste abuelo y yo no me despedí. Ni hoy ni el día que me fui de Varela.

Te fuiste abuelo y yo, que tengo una mirada más abierta de la muerte, me siento con dolor igual. 

Esta es la primera experiencia difícil que me toca vivir lejos de la familia. Sabía que esto podía pasar. Pero no quería adelantarme. Sabía que quizás cuando vuelva a Varela podría pasar que vos ya no estés más. Pero no quise pensarlo. No quise jugar al futurismo porque sino no podía dar este paso de venir para acá. Pero me resulta difícil, saber que estoy lejos. Que quisiera abrazar a papá. Estar con mis hermanos. Acompañar a mi familia. Quizás no cambiarían las cosas. Ni el dolor sea menor, pero una parte de mí me dice que sí es importante estar presente allá. Y no puedo.

Estoy acá, a 600 km de casa. Pero unida a todos por el dolor de tu partida. 

Ay abuelo, te fuiste así. En este día nublado acá y soleado allá. Hubiera preferido que leas mi carta. Que sepas que estoy bien y que te quiero. Porque te quiero abuelo. Te quiero mucho. Y ya no estoy más enojada ni dolida por todo eso que vivimos. El dolor transmutó. Más rápido de lo que yo creí. 

Te fuiste abuelo, y con vos se terminó de ir la generación de abuelos que supe tener. A poco tiempo de haber nacido murió la abuela Julia. A mis 12 años el abuelo Luis. A mis 30 la abuela Mercedes y ahora vos, a mis 32.

Gracias abuelo. Gracias por todas esas veces que me hiciste reír. Por habernos llevado a Romi y a mí a ayudar en la iglesia, por haber ayudado a papá a construir nuestras casas. Porque encima tuvimos dos y en las dos estuviste presente. Gracias abuelo por ir a ver a papá jugar a la pelota. Por ir a vernos cuando mamá y papá no estaban. Gracias por permitirme conocer parte de mi historia, por darme los datos que necesitaba para poder reconstruir nuestro árbol genealógico. 

Y la verdad es que también me agradezco. Me agradezco haberme tomado el tiempo de ir a verte. De charlar sobre vos, tus hermanos, tus deseos frustrados de estudiar, de tu vida con la abuela, de tu pasado en Santiago. Me agradezco por esa tarde que estuvimos conversando sobre esto. Por la valiosa información que me brindaste y por entender de alguna manera la tarea que estaba llevando a cabo.

Hay una parte de mí que tiene la certeza de que sabes muy bien lo que estaba (y aún estoy) haciendo. Se perfectamente, como también lo supe con la abuela Mercedes, que vos entendés de qué se trata todo esto. Y eso la verdad abuelo, me da paz. Si hay algo que me da tranquilidad, y me mantiene un poco más calma es saber eso. Vos sabías. Tu alma se dio cuenta de todo. Y la mía también.

Deseo que tengas un retorno al origen precioso. Se que así será. Tu alma es libre. Vuela, se expande se transforma. Y da paso a lo nuevo. A lo que viene. Seguiré con mi tarea abuelo. Seguiré dándole orden a nuestro clan. O al menos intentando hacer lo que me corresponde de la mejor manera. Gracias por todo.

Extrañaré tu mirada, tus ojos grandes, tu piel oscura, tu poquito pelo gris, tus manos viejitas... Voy a extrañar verte y escucharte decirme "Marieliiiita" con esa voz dulce que solías tener. Voy a extrañarte abuelo, lo sé. 

Nos reencontraremos pronto, seguramente. Vos sabrás cómo.

Hasta siempre!


                                     

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un romance oculto

Siento que tengo una especie de romance oculto con el papel. Me gusta mucho, lo muestro poco y cada día se me hace más difícil no exponerlo y gritar a los cuatro vientos que… ¡Ay! casi se me escapa. Digo que tengo un romance oculto con el papel, porque en realidad estoy sintiendo un enamoramiento muy de adolescentes. De repente me doy cuenta que cada vez que me encuentro cara a cara con él se me enciende el fuego interior y se me ocurren miles de ideas para ponerme a crear. Cuando estoy con él, todo fluye. Cuando estoy con él, todo pasa. Cuando estoy con él, mi energía creativa se potencia. Cuando estoy con él, me siento en libertad. Cuando estoy con él, el tiempo se detiene. Parece como si tuviera un poder superior que apenas nos encontramos y entramos en contacto todos los relojes del mundo se paran. En el papel puedo ponerle voz a mis deseos, a mis inquietudes, a mis dudas, a mis miedos, a mis vivencias. Puedo hacer y ser en libertad. No tengo que pedirle permiso para nada. Él me in...

Me tengo a mí

Conviven en mí varias personas. Muchas. En un intento de clasificarlas diría que esas personas representan dos partes muy claras de mí: La parte niña. La parte adulta. Y en este camino de autoconocimiento que comencé a transitar hace un par de años, me voy dando cuenta de que la parte niña, está cada vez más presente. Se hace ver porque me siento frágil. Débil. Miedosa. Cuando estas sensaciones de la niña se hacen presentes, la parte adulta no sabe qué hacer. La invita a jugar. A que dibuje. A que se entretenga con cosas que le gustan. Pero no siempre funciona. Porque a veces la parte niña sólo quiere estar así. Débil. Frágil. Miedosa. Y sólo busca que la parte adulta la sostenga. La acompañe. La acepte. Que no la quiera cambiar. Va a pasar. La parte adulta sabe que esas sensaciones van a pasar. Y la niña va a volver a la tranquilidad. El tema está en que pueda tenerle paciencia y que se entregue a aprender a estar. Aprender a sostenerla. A aceptarla. Y que no la quiera cambiar.

Escribiendo haikus, para volver a mí.

El año pasado conocí de casualidad, si es que existen las casualidades, lo que era un haiku. Supongo que habrá sido por alguna cuenta de instagram, ahora no me acuerdo. Tampoco me acuerdo cuál fue el primer haiku que leí. Porque cuando me topé con uno y su nombre, me puse a buscar más y a leer y leer sin parar y se abrió una puerta gigante delante de mí. Resulta que un haiku, es una especie de poema cortito de origen japonés, que consiste en tres versos que tienen: 5, 7 y 5 sílabas fonéticas, que se llaman moras. Digo sílabas fonéticas porque los versos no se separan en sílabas como lo aprendimos en el colegio, sino que se separan según como suenan.  Les voy a dar un ejemplo para que se entienda, y después les voy a contar qué tiene que ver esto, con lo que hoy les quiero compartir. Va el ejemplo: La frase mate amargo , si la separamos en sílabas de la manera tradicional, veremos que tiene 5 sílabas. ma te a mar go Pero si tenemos en cuenta su fonética, nos encontraremos con que es...