Ya hace 7 meses que estamos viviendo acá. Colgué un poco con los textos aniversarios porque estuve administrando mis tiempos y energía en algo que estuve posponiendo bastante. Algo que no me animaba a hacer por transitar el famoso “síndrome del impostor”. Por eso es que mayo y junio fueron dos meses que me los tomé muy enserio para poder sacar eso a la luz. Esto tiene que ver con un taller de escritura, que tenía muchas ganas de hacer, pero también mucho miedo de que a nadie le interese. Para mi sorpresa, todo salió mejor de lo que esperaba, así que desde acá le mando un beso a mi impostora, por si está leyendo esto.
Perdón. Volviendo al tema: textos aniversarios.
Resulta que los textos en relación al quinto y sexto mes ya estaban escritos. Pero no los había editado. Porque claro, antes de compartir acá lo que fueron mis días, necesitaba en principio procesarlo internamente, luego escribirlo y luego editar el texto para que sea más o menos entendible.
La cuestión, es que el texto de los cinco meses quedó ahí esperando en la fila junto al texto de los seis. Y en un momento pensé en unirlos y publicarlos juntos en uno solo, pero me pareció que no tenía sentido. Al menos no se lo encontraba en ese momento. Así que decidí dejarlos en pausa y esperar a que se acomode todo lo que se había movido dentro mío.
Una de las cosas que me pasó y motivo por el cual los textos quedaron ahí, fue darme cuenta de que habían dos procesos sucediendo dentro mío en simultáneo. Porque una cosa es lo que me estaba pasando internamente, con mis proyectos, con mis trabajos internos y otra cosa es lo que me pasaba con el lugar, con el vivir acá. Y fue ahí donde apareció esta duda: ¿Y esto cómo lo cuento?
La verdad es que vivir acá me gusta cada día más. Todo es hermoso. Me siento muy cómoda en la casa y me voy sintiendo cada vez más parte del pueblo. Aprendo cada día algo nuevo y eso me maravilla.
Pero a la vez, no todo es hermoso. En estos meses también atravesé momentos difíciles, de angustia, de llanto, de tristeza, que no tienen que ver específicamente con mi adaptación a este lugar. Sino más bien, con otros temas, como por ejemplo, mi vínculo con Z, mis historias del pasado, cuestiones familiares y demás. Por eso cada vez que me ponía a escribir esta duda volvía a aparecer: ¿Y esto cómo lo cuento? ¿Lo cuento?
Me parecía incoherente contar sólo el lado lindo de la historia, o sólo lo desagradable. Por eso encontrar el punto medio fue todo un desafío y me llevó un tiempo comprender las cosas.
En el texto de los cinco y en el de los seis, contaba algo que había sucedido que me movilizó muchísimo y que eran eventos que yo sabía que podían llegar a pasar y por los cuales dudaba de venir para acá. Uno de ellos era la muerte de un familiar y el otro algún cumpleaños de alguien querido.
Ambas cosas sucedieron. Muy cerquita una de otra.
En abril falleció mi abuelo Jaime y en mayo cumplió años mi sobri-ahijada. Y aunque parece que las dos cosas tienen emociones distintas, yo sentí tristeza por las dos. Y en los dos casos tuve muchas ganas de ir. Y también de quedarme. Sentí muchísima contradicción y muchas voces luchando en mi cabeza diciéndome cosas como:
-soy mala hija
-quiero quedarme acá
-soy mala hermana
-no tengo ganas de pasar por todos los controles de seguridad
-soy mala tía
-tengo miedo de que me roben
-soy mala nieta
-no quiero estresarme viajando hasta allá
-soy cualquier cosa
-no sé qué hacer
Sí. Así de agotador.
Es increíble que esto ya pasó, pero pasó. Y dolió. Hoy puedo contarlo con distancia, pero en ese momento lo sentí tan pero tan fuerte que cuando acepté que estaba triste y que extrañaba y que no sabía qué hacer, me quebré en llanto y no podía parar.
No es fácil estar lejos en estas ocasiones. La distancia parece que se agranda. Pero aún así son situaciones que siempre nos invitan a dejar de resistir y de creer que tenemos el control de todo. Siento que si bien, son situaciones tristes y delicadas, no dejan de ser muestras de que el mundo sigue girando igual aún estando lejos y que a veces estamos más apegados de lo que creemos.
En estos momentos, sentí que la distancia entre mi familia y yo se hacía cada vez más grande. Y no fue hasta que mi papá me dejó un mensaje que volví a la paz:
“Vos estas lejos, pero yo te siento cerca igual.”
Todo esto sólo fue una parte de los cinco y seis meses, pero fue tan grande que necesitaba contarlo. Así que acá está.
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