En el bajo me siento a escribir
Leer.
Meditar.
En el bajo me siento a sentir
Escuchar
Percibir
En el bajo me descalzo.
Toco el pasto.
dejo que el sol acaricie mi costado izquierdo
En el bajo me detengo a observar
a conectar
a agradecer
No es que todo esto no lo haga en otros lugares, en otros momentos. Pero es que en el bajo es en donde no puedo hacer otra cosa más que estar.
En el bajo estoy presente.
Presente en mi soledad.
Presente en mi silencio.
Presente en los sonidos, aromas y texturas que cambian todo el tiempo.
Cuando los días se ponen frescos.
Hay viento, y el sol no está,
Ir al bajo se me complica.
Y ahí lo extraño.
Cuando el sol vuelve a salir,
y el viento se aquieta
indudablemente pienso en él:
¡Hoy está ideal para ir! me digo
A veces pienso que las personas que viven acá se lo pierden. Me sorprende que no vean su belleza. Aunque también me parece lindo creer que soy la única que disfruta tanto de ese espacio. Quizás es un poco egoísta lo que siento, pero es así.
Hace unos días volví al bajo después de casi dos meses. Volví a sentarme en mi banquito de siempre. Volví a conectarme con todo eso que sólo ahí se da. Volví a escribir en mi cuaderno hasta terminar sus últimas hojitas. La foto es de ese instante.
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El Bajo, es un refugio natural que está en el pueblo. Queda a unas cuatro cuadras de casa. Y le dicen el bajo, porque hace unos años atrás esa zona se inundó, quedando luego inhabilitada para vivir. Con el tiempo el agua fue bajando, y se hicieron los caminitos para poder transitar por ahí. Ahora es un lugar pequeño, del tamaño de una manzana, donde hay banquitos para sentarse y pasar un rato.
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