Ir al contenido principal

A mitad del camino

Las pantuflas quedaron a mitad del camino.
O en la puerta de entrada de lo que después sería el lugar donde me iba a sentar.
Recuerdo perfectamente cuando me las saqué. Recuerdo que me las saqué mientras vos me pedías un beso. 

Yo sólo quería sentarme en el suelo, al cobijo del sol. Para eso era que tenía el mat en la mano. Para apoyarlo en el suelo. Pero cuando vos viniste y me pediste ese beso, cortaste mi acción. Detuviste mi movimiento. Y mientras te besaba, desenrollaba el mat y mientras derenrollaba el mat me iba sacando la pantufla derecha y después de sacarme la pantufla derecha, dejé la otra.
Y yo te miraba a los ojos mientras nos besábamos. Parados los dos. Yo ya descalza con el mat a mis pies.
Pisé el mat y te di esos besos que querías.
Y mientras te besaba pensaba que esta mañana cuando me levanté de la cama, pasé por el baño y después fui hacia el comedor pero vos ya no estabas. 

Andabas afuera. Seguro que estabas con las plantas, o con el compost o haciendo algo con alguna madera. Y yo pasé entonces de largo para la cocina y puse la pava y vi que estaba la olla del dulce ya rompiendo hervor. Entonces me acordé de que la tarde anterior mientras te escuchabas algún podcast estuviste pelando naranjas y zapallos y cortando en cubitos para que hoy puedas hacer el dulce. Y puse la pava, revolví el dulce con la cuchara de madera que habías dejado apoyada en un plato, sin saber hace cuánto que estaba ahí todo cocinándose. Y en la otra ornalla que quedaba libre puse una sartén a calentar y le metí dos rodajas de pan para hacerme tostadas. 
Me preparé un té verde, de esas mezclas que me hago yo y cuando estuvieron las tostadas me fui al comedor. Y desayuné. Y eran las 11.54 ya. Y todavía no te había visto.
En un momento entraste a la cocina, se ve que te acordaste de que tenías el dulce cocinando, y entonces fuiste derechito a la olla. Y cuando te fuiste de ahí, abriste la puerta del comedor y me dijiste "¿la viste a la chú?", no te dije yo. Y agregaste: la chú se desayunó un hornerito recién. Ay no, dije yo, dándole un mordisco a mi tostada con dulce de naranja y zapallo que habías preparado a principio de mes.
Esa fue toda nuestra conversación en esta mañana. No te me acercaste. Yo tampoco a vos. No nos dimos el beso de buen día. 
No me di cuenta yo. Creo que vos tampoco.
Te fuiste de vuelta al patio y seguiste con tus cosas. Yo me quedé en la mesa un rato más, registrando cosas en mi cuaderno. 
Y ahora que ya pasaron como 5 horas de eso, me viniste a pedir un beso. Y yo te dije que sí, y no te dije nada de que esperes a que acomode mis cosas, no. Te di un beso, dos, tres, más mientras tiraba al suelo al mat, mientras dejaba las pantuflas como a mitad de camino.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un romance oculto

Siento que tengo una especie de romance oculto con el papel. Me gusta mucho, lo muestro poco y cada día se me hace más difícil no exponerlo y gritar a los cuatro vientos que… ¡Ay! casi se me escapa. Digo que tengo un romance oculto con el papel, porque en realidad estoy sintiendo un enamoramiento muy de adolescentes. De repente me doy cuenta que cada vez que me encuentro cara a cara con él se me enciende el fuego interior y se me ocurren miles de ideas para ponerme a crear. Cuando estoy con él, todo fluye. Cuando estoy con él, todo pasa. Cuando estoy con él, mi energía creativa se potencia. Cuando estoy con él, me siento en libertad. Cuando estoy con él, el tiempo se detiene. Parece como si tuviera un poder superior que apenas nos encontramos y entramos en contacto todos los relojes del mundo se paran. En el papel puedo ponerle voz a mis deseos, a mis inquietudes, a mis dudas, a mis miedos, a mis vivencias. Puedo hacer y ser en libertad. No tengo que pedirle permiso para nada. Él me in...

Me tengo a mí

Conviven en mí varias personas. Muchas. En un intento de clasificarlas diría que esas personas representan dos partes muy claras de mí: La parte niña. La parte adulta. Y en este camino de autoconocimiento que comencé a transitar hace un par de años, me voy dando cuenta de que la parte niña, está cada vez más presente. Se hace ver porque me siento frágil. Débil. Miedosa. Cuando estas sensaciones de la niña se hacen presentes, la parte adulta no sabe qué hacer. La invita a jugar. A que dibuje. A que se entretenga con cosas que le gustan. Pero no siempre funciona. Porque a veces la parte niña sólo quiere estar así. Débil. Frágil. Miedosa. Y sólo busca que la parte adulta la sostenga. La acompañe. La acepte. Que no la quiera cambiar. Va a pasar. La parte adulta sabe que esas sensaciones van a pasar. Y la niña va a volver a la tranquilidad. El tema está en que pueda tenerle paciencia y que se entregue a aprender a estar. Aprender a sostenerla. A aceptarla. Y que no la quiera cambiar.

Escribiendo haikus, para volver a mí.

El año pasado conocí de casualidad, si es que existen las casualidades, lo que era un haiku. Supongo que habrá sido por alguna cuenta de instagram, ahora no me acuerdo. Tampoco me acuerdo cuál fue el primer haiku que leí. Porque cuando me topé con uno y su nombre, me puse a buscar más y a leer y leer sin parar y se abrió una puerta gigante delante de mí. Resulta que un haiku, es una especie de poema cortito de origen japonés, que consiste en tres versos que tienen: 5, 7 y 5 sílabas fonéticas, que se llaman moras. Digo sílabas fonéticas porque los versos no se separan en sílabas como lo aprendimos en el colegio, sino que se separan según como suenan.  Les voy a dar un ejemplo para que se entienda, y después les voy a contar qué tiene que ver esto, con lo que hoy les quiero compartir. Va el ejemplo: La frase mate amargo , si la separamos en sílabas de la manera tradicional, veremos que tiene 5 sílabas. ma te a mar go Pero si tenemos en cuenta su fonética, nos encontraremos con que es...