Ir al contenido principal

Muchas preguntas, una respuesta

¿Cuántos libros hay en el mundo?

¿Hay más libros que escritores?

O ¿hay más escritores que libros?

¿Cómo se hace para ser escritor?

¿Dónde se estudia?

¿Quién es el que entrega el título de escritor?

¿Cuántas personas escribieron cosas de las cuales se arrepintieron?

¿Cuántas cosas se escribieron y eran mentiras?

¿Cuántas otras se habrán escrito y eran ciertas pero decían que eran de mentira?

¿Cuántas palabas escritas hay? ¿Cuántas páginas?

¿Cuántos papeles se habrán tirado a la basura como un bollo con frases que quedaron por la mitad?

¿Cuánta gente hay acá que le gusta escribir pero no se anima a hacerlo?

¿Cuánta gente intentó hacerlo y el nudo en la garganta no las dejó seguir?

¿Cuánta gente con el nudo en la garganta escribió igual, lloró y después se sintió mejor?

¿Cuánta gente hay acá que aún no sabe que le gusta escribir?

¿Cuánta gente hay acá que escribe pero todavía no se animó a compartirlo?

¿Hay que compartir todo lo que uno escribe?

Y.. ¿Para qué escriben los que escriben?

¿Para difundir un mensaje? ¿Para contar cosas que no se las pudieron contar a nadie y en un libro les resultó más fácil? ¿Para ser famosos?  ¿Para conquistar? ¿Para enamorar a alguien?

¿Para qué escriben los que escriben?

¿Y para qué escribo yo?

¡Gran pregunta!

Para qué escribo yo.

Quizás de todas estas preguntas que acabo de dejar en el aire, sea esta la única que en este instante pueda responder.

Yo escribo para mí. Escribo para encontrar la calma.

Cuando me duele la panza, escribo y se me va.

Cuando me siento triste, escribo y puedo llorar.

Cuando estoy enojada, escribo y puedo putear.

Cuando estoy feliz, escribo y puedo los momentos conservar.

Escribo porque cuando lo hago siento que hay un lugar para mí, que no estoy sola, que las hojas de mi cuaderno siempre están dispuestas a recibir toda la cantidad de cosas que por dentro me queman. Escribo porque a veces me cuesta hablar. Escribo porque a veces no tengo en quién confiar.

Escribo porque lo disfruto, porque me hace bien.

Escribo porque al escribir encuentro paz.

A veces pienso que si todos pudiéramos expresarnos y decir lo que sentimos, lo que nos pasa, lo que nos duele, andaríamos por la vida más livianos y eso seguramente haría del mundo un lugar mejor.


                                 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un romance oculto

Siento que tengo una especie de romance oculto con el papel. Me gusta mucho, lo muestro poco y cada día se me hace más difícil no exponerlo y gritar a los cuatro vientos que… ¡Ay! casi se me escapa. Digo que tengo un romance oculto con el papel, porque en realidad estoy sintiendo un enamoramiento muy de adolescentes. De repente me doy cuenta que cada vez que me encuentro cara a cara con él se me enciende el fuego interior y se me ocurren miles de ideas para ponerme a crear. Cuando estoy con él, todo fluye. Cuando estoy con él, todo pasa. Cuando estoy con él, mi energía creativa se potencia. Cuando estoy con él, me siento en libertad. Cuando estoy con él, el tiempo se detiene. Parece como si tuviera un poder superior que apenas nos encontramos y entramos en contacto todos los relojes del mundo se paran. En el papel puedo ponerle voz a mis deseos, a mis inquietudes, a mis dudas, a mis miedos, a mis vivencias. Puedo hacer y ser en libertad. No tengo que pedirle permiso para nada. Él me in...

Me tengo a mí

Conviven en mí varias personas. Muchas. En un intento de clasificarlas diría que esas personas representan dos partes muy claras de mí: La parte niña. La parte adulta. Y en este camino de autoconocimiento que comencé a transitar hace un par de años, me voy dando cuenta de que la parte niña, está cada vez más presente. Se hace ver porque me siento frágil. Débil. Miedosa. Cuando estas sensaciones de la niña se hacen presentes, la parte adulta no sabe qué hacer. La invita a jugar. A que dibuje. A que se entretenga con cosas que le gustan. Pero no siempre funciona. Porque a veces la parte niña sólo quiere estar así. Débil. Frágil. Miedosa. Y sólo busca que la parte adulta la sostenga. La acompañe. La acepte. Que no la quiera cambiar. Va a pasar. La parte adulta sabe que esas sensaciones van a pasar. Y la niña va a volver a la tranquilidad. El tema está en que pueda tenerle paciencia y que se entregue a aprender a estar. Aprender a sostenerla. A aceptarla. Y que no la quiera cambiar.

Escribiendo haikus, para volver a mí.

El año pasado conocí de casualidad, si es que existen las casualidades, lo que era un haiku. Supongo que habrá sido por alguna cuenta de instagram, ahora no me acuerdo. Tampoco me acuerdo cuál fue el primer haiku que leí. Porque cuando me topé con uno y su nombre, me puse a buscar más y a leer y leer sin parar y se abrió una puerta gigante delante de mí. Resulta que un haiku, es una especie de poema cortito de origen japonés, que consiste en tres versos que tienen: 5, 7 y 5 sílabas fonéticas, que se llaman moras. Digo sílabas fonéticas porque los versos no se separan en sílabas como lo aprendimos en el colegio, sino que se separan según como suenan.  Les voy a dar un ejemplo para que se entienda, y después les voy a contar qué tiene que ver esto, con lo que hoy les quiero compartir. Va el ejemplo: La frase mate amargo , si la separamos en sílabas de la manera tradicional, veremos que tiene 5 sílabas. ma te a mar go Pero si tenemos en cuenta su fonética, nos encontraremos con que es...