El 6 de febrero se cumplieron 2 meses de que estamos viviendo en el pueblo.
Seguramente pasaron muchas mas cosas de las que yo voy a registrar en este instante. Pero aún así, no quiero dejar de contarlo.
Creo que este segundo mes, podría definirlo con dos palabras. Tranquilidad y expresión. Pude escribir muchísimo. No solo en mi cuaderno (como hago siempre) sino también en otros espacios -tal vez más digitales-.Y estuve mucho más tranquila. Viviendo todo más despacio.
Escribí mucho. Pero escribí más desestructurado. Sin controlar mucho la forma, ni la ortografía, ni el largo de las oraciones. Escribí y empecé a entender que el proceso de escritura tiene que ver también con esto. De largar todo al papel, o a la compu, y dejar que decante. Que descanse. Que se macere para después pulir y sacar a luz lo que creo que puede ver la luz. Y ahora que pienso, el proceso de escritura es como la vida misma.
Ahora estoy sentada escribiendo en este espacio que le decimos SUM (Sala de Usos Múltiples). Que en un comienzo yo lo pensaba usar para hacer yoga, meditar, atender, escribir, descansar, tocar la guitarra. Y creí que iba a ser usado por lxs dos. Pero al final está quedando como un espacio muy mío. Y eso me gusta. Es mi rincón. Y últimamente lo uso para escribir y para atender. Paso mucho tiempo dentro de este cuartito.
La casa tiene otros espacios que me encantan. Como el living, el patio, la habitación. En realidad todos los espacios de la casa me gustan por una u otra razón. Lo cierto es que en este segundo mes, la casa ya tiene otra energía. Agregamos estantes, adornos, cuadros. Cambiamos lámparas. Hay cosas que fuimos acomodando mejor. Y él hizo un montón de arreglos que dejaron la casa más bella. Tenemos mosquiteros en algunas ventanas y hasta luz en el patio.
Se siente que la casa está cambiando. Energéticamente digo. Está empezando a impregnarse de nuestra energía: inquieta por momentos y tranquila por otros. Ya no tengo miedo a que aparezcan fantasmas, ni cosas raras. De hecho ya casi no tengo miedo a que aparezcan arañas. Casi.
Aún no tenemos huerta. Eso está en proceso. Porque primero es necesario acomodar un poco el patio y acondicionar la tierra para sembrar. Y por supuesto evaluar las fechas para comenzar a plantar cositas. Lo que sí está funcionando es la compostera. Él construyó una compostera de madera donde todos los días depositamos los restos de alimentos, que algún día será nuestro abono para comenzar a entregar a la tierra.
Cada unx tiene estímulos y actividades diferentes. Yo siento más ganas de estar tranquila e ir despacio. Y él al revés. Está más conectado con las tareas de reparación y arreglos de la casa que lo tienen muy ocupado. Creo que estamos lxs dos contentxs con las actividades que elegimos desarrollar en este período.
De a poco voy adoptando ciertas rutinas que me gustan. Por ejemplo, los lunes (a veces martes) voy a comprar un kilo de pan negro. Las chicas de la panadería ya me conocen. Y ya saben que esa es mi compra semanal. Y así como las chicas de la panadería ubican un poco quien soy, me pasa también con otras personas del pueblo. Como el chico de la esquina, que siempre me saluda cuando salgo a caminar. Creo que ya ubica que somos vecinxs. O el verdulero que ahora me charla un poco más. Y la señora que anda en bici con el carrito también me saluda y me conoce. Yo sé su nombre pero creo que ella no sabe el mío.
Algunas mañanas salí a caminar. Otras agarré la bici y fui a dar la vuelta al pueblo. ¡Qué rico es el aroma del pueblo a esa hora! Es fresco. Puro. Verde. Es un aire tan rico, que da placer caminar y caminar sintiendo ese aroma. Y observando a la vez cómo a medida que pasa la hora, el olorcito a mañana desaparece.
Los ruidos también son otros. Si ya el pueblo es tranquilo, a esa hora que salgo es mucho más. No anda casi nadie. Algunos negocios recién están abriendo. Y está lleno de pajaritos. A veces siento que me esperan en algunos lugares para cantarme cuando paso.
Cada día que salgo a caminar algo nuevo encuentro -o me encuentra-. Una vez me crucé con un alacrán. Y hace poco me asusté con un peludo que se metía en su cueva. Se asustó de mí, porque pasé muy cerca. Y yo de él. Porque no me di cuenta de que podía haber una cueva en plena vereda.
Los días siguen pasando y yo siento que este mes no fue tan "para abajo" como el anterior. Me siento muy bien. Quizás tenga que ver con que recibimos la primer visita de mi familia. Que se quedaron unos días acá y conocieron un poco de nuestra vida en el pueblo. O quizás tenga que ver con que puedo sentirme cada día más parte de este lugar. Como sea. Ya no me siento tan ajena. Y ya eso me hace sentir muy bien.
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