Ir al contenido principal

¿Por qué dejé de dibujar?

Cuando era chica me gustaba mucho dibujar.
Tenía un cuaderno Rivadavia de tapa clarita que era exclusivo de mis dibujos. 
Todo era dibujable para mí.
El Rey León era uno de los protagonistas de ese cuaderno. Y La Sirenita también.

Disfrutaba mucho de dibujar pero con el tiempo dejé de hacerlo, no sé bien porqué. O sí. Pero me di cuenta hace poco y la verdad es que todavía no estoy preparada para hablar de eso.

De vez en cuando me pinta el arte de vuelta. Y por suerte cada vez más seguido.

Hay veces que dibujo en papel, pinto mandalas, creo los míos... Me compré acuarelas y me hice un cuaderno exclusivo para poder explorar con diferentes técnicas. 

Y ahora ando incursionando en el dibujo digital y flasheando historietas y fanzines. Porque resulta que vendí el bajo que tenía y que usé unos meses nomás, para poder comprarme una tableta gráfica de esas que se enchufan a la compu mediante un cable usb, y la verdad es que fue una de las mejores compras que hice en este último tiempo. Y buen intercambio también. Digo, a la tableta definitivamente le doy más uso que al bajo. 

En fin, antes me costaba un montón dibujar personas, ahora ya le voy enganchando la mano. Aunque siempre las dibuje con los ojos cerrados y los pies sin dedos. Porque ¡Ay! ¡Cómo me cuesta dibujar pies! Eso es algo que tengo anotado en la lista de cosas que debo aprender antes de dejar este plano (?)
Pero bueno, mientras seguiré dibujando los mismos personajes, la misma gatita, primero en el cuaderno, después en la compu y así todo en blanco y negro. Y con el pasar del tiempo supongo que jugar con esto, me ayudará a sanar aquello que en su momento me quitó el deseo de dibujar.

Comparto hoy, mi pequeño dibujo, porque quiero animarme a mostrar más lo que hago, para vencer de alguna manera, al miedo a hacer lo que mi alma de niña quiere.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un romance oculto

Siento que tengo una especie de romance oculto con el papel. Me gusta mucho, lo muestro poco y cada día se me hace más difícil no exponerlo y gritar a los cuatro vientos que… ¡Ay! casi se me escapa. Digo que tengo un romance oculto con el papel, porque en realidad estoy sintiendo un enamoramiento muy de adolescentes. De repente me doy cuenta que cada vez que me encuentro cara a cara con él se me enciende el fuego interior y se me ocurren miles de ideas para ponerme a crear. Cuando estoy con él, todo fluye. Cuando estoy con él, todo pasa. Cuando estoy con él, mi energía creativa se potencia. Cuando estoy con él, me siento en libertad. Cuando estoy con él, el tiempo se detiene. Parece como si tuviera un poder superior que apenas nos encontramos y entramos en contacto todos los relojes del mundo se paran. En el papel puedo ponerle voz a mis deseos, a mis inquietudes, a mis dudas, a mis miedos, a mis vivencias. Puedo hacer y ser en libertad. No tengo que pedirle permiso para nada. Él me in...

12 días, 12 mañanas, 12 haikus

¿Podré escribir siete haikus en siete días? Con esta pregunta y con las ganas de retomar la escritura matutina que tan bien me hace, es que me lancé a hacer esta especie de desafío o reto.   La misión era simple. Cada mañana, al desayunar y antes de comenzar con mis actividades del día, me iba a sentar a intentar escribir un haiku por día. Sin mucha regla, más que el respetar el 5,7,5. Regla básica para construir haikus. Al llegar el día 7, me sentí con ganas de continuar. Y entonces extendí el desafío por 3 días más. Llegando a ser 10. Y al llegar el día 10, me dieron ganas de hacer más y los hice. Al día de hoy llevo escribiendo 12 haikus y estos son los que quiero compartirles porque son los que seleccioné crear un fanzine. Día 1 tomando mate mientras cantan pájaros volvió la calma Día 2 viento, humo y sol seductores aromas ¿Azhar o asado? Día 3 pan fresco y mate mariposas espejo un sol gigante Día 4 té de canela galletitas con dulce el tren ya pasó Día 5 nubes mentales la mosca...

Hubo todo

Hace mucho que no componía una canción. Si se puede llamar componer, a lo que acabo de hacer.  Anoche, mientras me duchaba, se me vinieron frases sueltas a la cabeza: Y hubo montañas y hubo ríos y hubo playas y hubo calles Se me venían estas frases y a medida que iban apareciendo yo las iba repitiendo en voz alta. Era como un diálogo entre mi cabeza y yo, que cada vez se hacía más largo y que de pronto se fue convirtiendo en una lista larga de “y hubo tal cosa y hubo tal otra…”  En un momento me pregunté, mientras me pasaba la esponja-guante por la axila derecha, si en realidad no se dice “hubieron calles, hubieron rutas”. No encontré una respuesta. Cuando me fui a acostar, me quedé pensando en esas frases y por un segundo dije las voy a anotar. Pero no lo hice. Confié en que no me las iba a olvidar y que tarde o temprano iban a volver. Esta mañana, mientras tomaba mate amargo, sentada frente a mi cuaderno, volvió. Volvió esta especie de poema que se había formado entre e...