Conviven en mí varias personas.
Muchas.
En un intento de clasificarlas diría que esas personas representan dos partes muy claras de mí:
La parte niña.
La parte adulta.
Y en este camino de autoconocimiento que comencé a transitar hace un par de años, me voy dando cuenta de que la parte niña, está cada vez más presente.
Se hace ver porque me siento frágil.
Débil. Miedosa.
Cuando estas sensaciones de la niña se hacen presentes, la parte adulta no sabe qué hacer.
La invita a jugar. A que dibuje. A que se entretenga con cosas que le gustan. Pero no siempre funciona.
Porque a veces la parte niña sólo quiere estar así.
Débil.
Frágil.
Miedosa.
Y sólo busca que la parte adulta la sostenga.
La acompañe.
La acepte.
Que no la quiera cambiar.
Va a pasar. La parte adulta sabe que esas sensaciones van a pasar. Y la niña va a volver a la tranquilidad.
El tema está en que pueda tenerle paciencia y que se entregue a aprender a estar.
Aprender a sostenerla.
A aceptarla.
Y que no la quiera cambiar.
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