Un refugio. La escritura es un refugio para mí. Un lugar en el que puedo ser yo, estar desnuda, bailar sin ritmo, cantar sin afinar. Ser. Simplemente ser.
La escritura es ese refugio donde puedo llorar, quejarme, sufrir, y desahogar mis penas sabiendo que transmutan. Que la palabra escrita tiene el poder de transformar lo que siento en otra experiencia.
La escritura para mí es alquimia. Lo que siento, lo combino con lo que pienso, lo que vivo y lo que veo y luego lo mezclo. Para crear una gran masa que va tomando forma y leudando a medida que voy sacando todo eso de adentro.
La escritura es mi lugar. La escritura es mi manera de digerir y procesar las cosas. Y mi cuaderno.. mi cuaderno es parte de mi sistema digestivo ya. De hecho, cada día estoy más convencida de que no tengo estómago, ni duodeno, ni yeyuno, ni íleon, ni colon.. En su lugar, tengo un cuaderno con hojas lisas. Donde puedo volcar infinitamente lo que me pasa.
La escritura para mí, es como el aire. No podría vivir sin escribir. No podría. No imagino cómo sería mi vida sin poder construir oraciones con mis palabras. No lo sé.
Escribir para mí es una filosofía de vida. Es algo que hago todos los días, que lo llevo conmigo a todos lados y que todo el tiempo estoy creando oraciones, relatos e historias mientras ando con el cuerpo en otros lados, con las manos haciendo otras cosas.
Escribir es mi manera de vivir. Es mi lente. Son mis gafas con las que puedo ver la realidad de otra manera.
La escritura es tantas cosas para mí. Pero si tuviera que resumirlo en una sola cosa, entonces diría que la escritura es un refugio. Un refugio del que a veces no quisiera salir.
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