Debo confesar que son muchos los días en los que estoy muy para adentro.
Tan para adentro que a veces me cansa.
A todo el fuego de mi carta natal no le gusta esto.
Realmente es muy incómodo.
Pero a veces necesito parar.
¿Parar más? Me dice la mente
Sí -Le dice mi alma- Hay que parar
La quietud vino para quedarse.
El ritmo de la virtualidad todavía me incomoda.
Yo necesito ir más despacio.
Mi cuerpo me lo pide.
A veces no es fácil.
La mente me corre que con que “tengo que hacer” tal o cual cosa
Y ese ritmo ya no es el mío
Hay días en los que me siento muy perdida.
Hay días en que me gustaría vivir un poco en ese piloto automático en el que estaba, pero eso implica volver a la locura de antes.
Hay días en que quisiera que la mente se calle.
Que se calme
Que deje de acusarme o que al menos baje la voz.
Pero me aturde.
Y ahí lo único que encuentro que me devuelve a mi eje son tres cosas:
1- Escribir: liberar todo al papel. Mantener una conversación con ese dedito acusador
2- Estar en contacto y apreciar la naturaleza. Salir con la bici y hablar
Hablar conmigo, hablar con el aire, hablar con las plantas y los árboles.
3- Llorar
No me quiero poner densa con esto, pero la verdad es que siento la necesidad de decirlo:
No me siento cómoda diciendo cosas que no las estoy viviendo
No me siento cómoda diciendo verdades que no son mías.
No me siento cómoda publicando por publicar.
Mi cuerpo me dice que es tiempo de reajustar.
Y en eso estoy
Escuchándolo y dándole más atención que nunca.
Ojalá todxs podamos escucharnos un poco más.
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